miércoles, 9 de septiembre de 2009

Temblando con los ojos cerrados...

Cierro los ojos.
Abrazo la almohada todavía fría y, a tientas, busco tu reflejo en mis sueños. Te escondes. Grito tu nombre, que resuena por las paredes vacías como un eco que me hace estremecer.
Vuelvo a gritar.
No apareces, pero tu voz acaricia mis labios y tus palabras vuelan por mi cabeza . Tu voz se ha se ha colado en mi vida y me sorprende la nitidez con la que suena, incluso cuando no recuerdo cuándo fue la última vez que la escuché.
Intento responderte, pero mi voz, esta vez, se pierde y me parece que nunca llega a tocarte. Es un eco que resbala, un eco que se pierde temblando entre la desesperación de no saber si llegas a escucharla.
Un beso.
Abrazo la almohada de nuevo y, otra vez, a tientas, busco tu cara en el letargo silencioso de la noche. Te llamo otra vez. Grito tu nombre regocijándome en cada sílaba, como si ya el simple hecho de pronunciar aquellas siete letras me bastara para no echarte de menos. Y cuando tu rostro sonriente, único, aparece frente a mí como una divina aparición, busco tus labios en tinieblas. Me pongo de puntillas, cierro los ojos, escucho de fondo el mar mientras todo se ralentiza, todo carece de importancia, y me dejo llevar, como mecida entre tus brazos por el vaivén de las olas que quedan a nuestra espalda.
Te quiero.
Dos palabras que parecen no decir nada, pero lo dicen todo. Quizás me arriesgue, me precipite, confesándote tal realidad, lanzando la discreción al viento, muy lejos de mi ya desgastada razón. Te quiero. Suena tan bien dicho en voz alta. Suena tan bien cuando eres tú el que desliza de sus labios esas palabras y me las dedicas a mí, únicamente a mí.
Y cuando aflora el primer "te amo" me siento la persona más especial del mundo. Será porque tengo la certeza de que es verdad, de que es a mí a quien amas, aunque no consiga entender el por qué. Y yo te amo. Te amo tanto que me asusta la posibilidad de perderte un día, de no volver a ver tus labios curvándose en una media sonrisa dedicada sólo a mí.
Y me haces temblar.

Tiemblo.
El viento frío de la mañana que se cuela por la ventana acaricia mi espalda, eriza el bello de mi cuerpo. Me decepciono cuando compruebo que no es tu aliento el que me recorre. Abrazo la almohada ahora cálida, abro los ojos y veo que no estás en mi cama. Daría todo sólo por extender la mano y encontrar la tuya sosteniéndola, acariciándola de nuevo.
Sueños.
Sueños que haremos reales.
Sueños que sólo hablan de tí.

2 comentarios:

Salva Ferrer dijo...

Olé, olé y olé.
Sin palabras me he quedado, oiga.

P.D. Estoy deseando que Rafa diga que viene a Valencia en otoño... :)

Alberto dijo...

Yo tambien me he quedado sin palabras... sólo se me ocurren las 2 que ya sabes: TE AMO! (L)
Gracias por todo!! 3 semanas maravillosas que serán las primeras de centenares de semanas ;)