viernes, 19 de marzo de 2010

Hoy me siento tan grande por tenerte a mi lado...

Las prisas de la rutina se disipan en los días festivos. El pollo, recién sacado del horno, luce en la cazuela de barro y un par de platos descansan sobre la mesa. Ella bebe una copa; yo brindo con coca-cola porque la tengo a ella, lo más valioso que me podría dar la vida.

La admiro, y eso no es un secreto. Admiro su fortaleza, su manera de ver la vida, de afrontar las situaciones más difíciles con la cabeza fría y los nervios temblados. En ocasiones, me gusta pensar que yo he heredado parte de ese carácter fuerte y dulce que la define.

Hablamos durante la comida sin tabúes. Ella se empieza a dar cuenta de que ya no soy esa niña a la que le hacía pirris y vestía de rosa. Ahora, en el límite de la mayoría de edad, mientras firmo autorizaciones de bancos y las cartas ya llegan a mi nombre, empieza a tomar consciencia de que empiezo a vivir y eso nos asusta a las dos.

Puedo presumir de que nunca he tenido horarios ni imposiciones; he tenido consejos y sonrisas cómplices. Ella me contagió la pasión por la literatura, me ha enseñado a ser mejor persona, a darlo todo sin esperar nada a cambio, a levantarme después de cada derrota y seguir luchando. Ella ha dejado que me cayera para que aprendiera que la vida es dura, pero siempre he tenido su abrazo reconfortante para aliviarme después de la caída. Ella ha secado todas las lágrimas y no ha dejado que nunca me rindiera.

Mis sueños han sido sus sueños; mis ilusiones han ido de la mano con las suyas; su apoyo ha sido incondicional en todo momento. Me apoyó el día en el que le dije que estaba enamorada, me sonrió burlona el día que me pilló vomitando después de una borrachera, sufrió cuando cogí por primera vez un tren sola para irme al fin del mundo y se decepcionó cuando vió un paquete de tabaco en mi bolso.

Han habido momentos buenos y malos. La he visto sufrir, hipotecar su vida para sacarnos adelante, escalar muros que parecían infranqueables. La he visto sonreír cuando parecía que no quedaba nada por lo que hacerlo. La he visto estar siempre ahí, al lado de cualquiera que la necesitara, por mucho daño que le hubieran hecho.


Nos aterra separarnos, que pase el tiempo, pero "ella es y será todo para mí", es mi madre, y tenemos un vínculo especial plagado de complicidad que espero que el tiempo no se lleve.