domingo, 13 de diciembre de 2009



-Debajo de ese caparazón de cínico se esconde un sentimental [...] En 1935 llevó usted armas a Etiopía, y en 1936 luchó en España junto a los republicanos.

-En ambos casos me pagaron muy bien.

-Pero le hubieran pagado más los vencedores...
(Casablanca)


No sé si siempre nos quedará París o si es que nunca la tuvimos, no sé si él se acuerda del vestido que llevaba la primera vez que me vio, ni si nos enamoramos mientras el mundo se desmoronaba. Me da igual, nunca aspiré a ser Ingrid Bergman ni a protagonizar una historia de película. Nunca seré la chica flacucha y de ojos negros con un gato sin nombre que desayunaba frente a Tiffany's esperando encontrarse protegida en los "días rojos". Yo, cuando me pierdo, tengo mucho menos glamour: me refugio entre libros y películas en blanco y negro mientras Alberto se ríe de lo "retro" que llega a ser su chica, todavía comprándose vinilos de Bob Dylan, emocionada porque ha encontrado en el rastro un libro de páginas amarillentas que rescatar de un olvido seguro.
Tampoco fumaré jamás frente a Cary Grant mientras le rechazo con una fingida indeferencia. No soy la secretaria de Kirk Douglas que le desbanca como escritor famoso y se convierte en la novelista del año mientras es la perfecta esposa. No seré la viuda de Fredric March en "Ha nacido una estrella", ni la protagonista sin nombre de "Rebeca", amante entregada a un misterioso Lawrence Olivier al que no entiende, al que cree enamorado de un recuerdo. Sé perfectamente que no me pareceré nunca a Audrey Hepburn ni tendré su magia. No cantaré "Moon River" en una ventana, regalaré a George Peppard una cinta para máquina de escribir que estrenará inspirándose en mí, y Humphrey Boggart no acabará confesándome su amor resignado ante una chica tan especial como "Sabrina". No sé si iré de "vacaciones por Roma" o si una "Serenata Nostálgica" hará que no olvide nunca que la vida son momentos con banda sonora en la que hay que sortear obstáculos.
Sea como sea, aunque Hithcock no dirija mi vida ni Capote escriba mi historia, seguiré enamorada de Humphrey Boggart y caminaré siendo una soñadora que vive una vida en color. Porque no soy Janet Gaynor ni tengo ese halo tan especial que desprendría Audrey pero me he ganado a pulso el papel protagonista de una historia que tiene como ingrediente especial que no sé hacia dónde me llevará.

viernes, 30 de octubre de 2009

Tú me das seguridad, tú me haces seguir viviendo....

Me basta con hundir mi rostro en tu pecho para sentir que todo, excepto tú, carece de importancia. Todo va pasando a un segundo plano, todo se ralentiza. El mundo, de repente, deja de existir bajo mis pies y eres tú el que me sujeta. Me aferro a tí, siento tu brazo rodeándome con determinación y fuerza y tu respiración, tranquila, se acompasa con la mía. Voy notando como cada vez me alejo más de la persona que fui y como todo camino irremediablemente, me lleva a tí.

Me haces la persona más feliz del universo tan sólo con mirarme, tan sólo con dedicarme una de esas sonrisas repletas de fuerza y ternura. Cada beso es un regalo que no sé si merezco; cada abrazo me habla de como a tu lado nada malo puede pasarme. Espantas mis fantasmas con infinita paciencia, haciendo el esfuerzo de obviar mis miedos, protegiéndome del mundo y de ellos; protegiéndome de mí misma. El peso de un beso es fuciente para que, al mirar atrás, todo el camino sea tan sólo un leve recuerdo que ya no tiene la propiedad de hacerme daño.

Tienes la mirada más intensa que jamás he visto. Tienes la sonrisa más especial que jamás me ha sonreído. Posees un encanto que me envuelve, una determinación que me da seguridad, un halo de confianza que me hace sentir la persona más especial del mundo. Posees tantas y tantas virtudes que me siento pequeñita entre tus brazos, algo insignificante que no es suficiente para tí.

Eres esa parte sin la que no puedo respirar. Eres mi protector, mi guía, el sueño que cada noche se repite con mayor intensidad. Eres la única persona capaz de robarme miles de sonrisas, el que cada noche, con infinita paciencia, escucha mis divagaciones, me hace olvidar lo duro que es el mundo. Eres mucho más de lo que estas simples palabras puedan decir de tí. Eres mucho más de lo que me merezco, mucho más de lo que pude llegar a soñar. " Eres no sé lo que eres, eres justo mi mitad"

Y si algo tengo claro por primera vez es que me da igual tu pasado, me dan igual mis fantasmas y me da igual cuánto tengamos que luchar. Sólo quiero vivir mi presente junto a tí, llegar a ese futuro que el tiempo nos promete e ir ganándole batallas a la vida, a nuestra vida.

Te amo!

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Temblando con los ojos cerrados...

Cierro los ojos.
Abrazo la almohada todavía fría y, a tientas, busco tu reflejo en mis sueños. Te escondes. Grito tu nombre, que resuena por las paredes vacías como un eco que me hace estremecer.
Vuelvo a gritar.
No apareces, pero tu voz acaricia mis labios y tus palabras vuelan por mi cabeza . Tu voz se ha se ha colado en mi vida y me sorprende la nitidez con la que suena, incluso cuando no recuerdo cuándo fue la última vez que la escuché.
Intento responderte, pero mi voz, esta vez, se pierde y me parece que nunca llega a tocarte. Es un eco que resbala, un eco que se pierde temblando entre la desesperación de no saber si llegas a escucharla.
Un beso.
Abrazo la almohada de nuevo y, otra vez, a tientas, busco tu cara en el letargo silencioso de la noche. Te llamo otra vez. Grito tu nombre regocijándome en cada sílaba, como si ya el simple hecho de pronunciar aquellas siete letras me bastara para no echarte de menos. Y cuando tu rostro sonriente, único, aparece frente a mí como una divina aparición, busco tus labios en tinieblas. Me pongo de puntillas, cierro los ojos, escucho de fondo el mar mientras todo se ralentiza, todo carece de importancia, y me dejo llevar, como mecida entre tus brazos por el vaivén de las olas que quedan a nuestra espalda.
Te quiero.
Dos palabras que parecen no decir nada, pero lo dicen todo. Quizás me arriesgue, me precipite, confesándote tal realidad, lanzando la discreción al viento, muy lejos de mi ya desgastada razón. Te quiero. Suena tan bien dicho en voz alta. Suena tan bien cuando eres tú el que desliza de sus labios esas palabras y me las dedicas a mí, únicamente a mí.
Y cuando aflora el primer "te amo" me siento la persona más especial del mundo. Será porque tengo la certeza de que es verdad, de que es a mí a quien amas, aunque no consiga entender el por qué. Y yo te amo. Te amo tanto que me asusta la posibilidad de perderte un día, de no volver a ver tus labios curvándose en una media sonrisa dedicada sólo a mí.
Y me haces temblar.

Tiemblo.
El viento frío de la mañana que se cuela por la ventana acaricia mi espalda, eriza el bello de mi cuerpo. Me decepciono cuando compruebo que no es tu aliento el que me recorre. Abrazo la almohada ahora cálida, abro los ojos y veo que no estás en mi cama. Daría todo sólo por extender la mano y encontrar la tuya sosteniéndola, acariciándola de nuevo.
Sueños.
Sueños que haremos reales.
Sueños que sólo hablan de tí.

lunes, 31 de agosto de 2009

Ella habla para no escuchar lo que siente. Piensa que si grita más que las voces que le hacen temblar, acallará su ilusión y así no le harán daño. Ella se ha prometido levantar un muro infranqueable que él ha derruido con la primera sonrisa, el primer "te quiero". Ella se ha quedado sin defensas y ahora sólo ríe, regala su cariño. Habla. Siente. Escribe. Sueña. Vuelve a ser lo que creía que jamás sería.

Ella le quiere como pensó que nunca querría. Se siente afortunada, pero todo lo que siente pasar por su pecho, la asusta. Tiene miedo a no ser como él la ve, pero sin embargo sus fantasmas se callan en el preciso instante en el que él vuelve a aparecer. Aún así ha de confesar que sus fantasmas son apenas visibles desde que él inundó su vida con su presencia.

Pero ella está enfada con él porque por su culpa se ha traicionado en la promesa que una noche se hizo de no dejar que nadie más entrara en su vida. Ella, fiel en sus promesas, ahora tiembla cada vez que le recuerda y que recuerda que él se coló por una pequeña rendija y cambió el gris de su vida por una luz resplandeciente. Pero le encanta temblar y él sabe que su enfado en realidad esconde una secreta alegría que queda de manifiesto en su sonrisa. Y desde que todo empezó, no ha dejado de sonreír.

Él la quiere y se lo demuestra. Es por eso que a ella le asusta no ser capaz de demostrárselo con la misma intensidad. Ella se queda callada cuando escucha salir de sus labios los "te quieros" y sólo sonríe emocionada. como si todavía le pareciera raro que alguien quiera compartir su vida con ella. Pero él la sorprende con palabras que la colman y en esos instantes se vuelve a quedar callada. Busca una respuesta original, algo ingenioso que también lo desmonte a él, pero sólo le sale decirle lo muchísimo que lo quiere, cada día un poco más. Y muchas veces piensa que eso sólo no es suficiente para retenerle a su lado, para que él no se de cuenta de que es una simple niña sin mucho más que ofrecerle que su amor, su cariño, sus besos y sonrisas.

Y ambos saben que no será fácil, pero nadie nunca les prometió que la vida fuera a ser fácil. Así que lucharán; y lucharán juntos porque así el camino será más llevadero y compartirán las alegrías y tristezas, sortearán las dificultades y sabrán que al final, lo único que importa son ellos mismos.



Te quiero!


Te quiero mucho!

domingo, 19 de julio de 2009

Y pasa el tiempo y mientras pasa considero...

2 años.
Cuando apareció la idea de este blog no supe muy bien qué sería de él. Digamos que no soy la persona más constante del mundo y además, aunque a veces lo disimule bien, soy bastante tímida. Empezó como una idea con nombre de canción que había escuchado al despertar en un coche camino a Barcelona después de un día poco menos que complicado. Algunas entradas fueron borradas y, a pesar, de que las primeras entradas ponen que datan de Octubre, el primer esbozo de este blog se creó una tarde tonta de julio y fue borrado una tarde todavía más tonta de agosto o de septiembre. Pero como soy una ñoña, había guardado esas entradas con sus correspondientes comentarios, y una tarde gris del recién estrenado otoño, sintiendo que el mundo era un territorio hostil, las rescaté.
Ahora que me ha dado por releer qué fue de mí en aquella época, he sentido la tentación de borrar aquellas entradas. ¡Qué vergüenza! El final del 2007 fue raro. El miedo a acabar una etapa y a empezar otra, el miedo a la muerte, "enamorarte" y que te rompan el corazón por primera vez... Si no fuera por mi afán de conservar recuerdos... jajaj
En estos dos años he procurado que este fuera un lugar en el que gritar, en el que expresarme, un lugar en el que, a media voz, contar mis inquietudes, mis historias, mis sueños... Me he mantenido fiel a la promesa que me hice cuando comencé a escribir la primera entrada: siempre me dejaría llevar. Sí, aquí escribiría sin tabúes, sin pensar en quién podría o no podría leerlo. Para escribir aquí me quedaría a solas conmigo misma y luego, contaría, acompañada o no de mis musas, aquello que me atormentaba o que quería compartir con el mundo. Reconozco que he tenido etapas muy "putas" en las que sentía que me ahogaba y que sólo aquí podía gritar porque hacerlo en mi mundo podía romper del todo pilares ya desquebrajados. Hubo una etapa, en el último otoño, que dejé de escribir, y tuve la sensación de que sería para siempre. Me aparté del teclado, pero al final, cuando volví a encarrilar mi vida, me reconcilié con este "rincón" en el que siempre han aparecido voces que han puesto toques de cordura, sonrisas, consejos sabios, "te quieros"... y sobretodo, gente que ha tenido la increíble paciencia de leerse parrafadas enormes que ni yo misma sabía si iban o si venían y, luego, han intentado decir algo coherente que me ayudara a sentirme menos perdida. Ya sólo por eso, se merecen mi cariño.
Pero sin duda, algo que recordaré de este blog y que me hizo especial ilusión fue la aparición estelar de aquella "internauta agradecida" a la que llegué a dedicarle una entrada (http://sinmiedoasonyar.blogspot.com/2007/11/y-pensar-q-lo-q-escribo-puede-ser-tan.html ). Nunca pensé que algo que pudiera llegar a escribir pudiera influir en la vida de alguien, pero me emocionó hacerlo. No volví a saber de ella pero al cabo de meses, volvió a escribirme. Se trataba de una chica de Santiago de Compostela un poco más mayor que yo que llegó a mí por casualidad y que gracias a mí recuperó su inspiración. En ocasiones, qué pequeño es el mundo.

Y como creo que ya os debo de haber cansado ya con mis batallitas os dejo con mi entrada favorita de estos dos años. Si la habéis leído, nunca viene mal recordar :) Si no, pues la comparto con vosotros!



"SIRENA VARADA"

"Pero es que cada gota de lluvia lleva a lomos demasiados recuerdos que, cuando osan acariciar las heridas que todavía no han cicatrizado, escuecen. Llovía aquel día en el que me partieron el corazón en mil pedazos y, sentada frente a la ventana hasta que el tiempo dejó de pasar y las horas perdieron su importancia, vi como la lluvia y el viento se llevaban los pedazos de un maltrecho corazón que justo en aquellos momentos y no en otros, dejó de creer en el amor. Y aquel día, mientras mis lágrimas formaban un charcho de tristeza en el que naufragar, me prometí a mi misma sellar para siempre mi corazón si de esta manera nunca nadie me volvía a hacer daño. Las gotas de lluvia sellaron mi pacto y aquella pequeña llave bajo la que esconder mis miedos se la llevó algún pequeño riachuelo de ilusión y de cobardía encubierta. Confié en que quizás algún día la trajera de vuelta un pequeño barco de papel que atracara en un puerto seguro, sin miedos oscuros, sin lágrimas de media noche. Pero los barcos de papel se rompen, se deshacen y desaparecen como las promesas que se formulan al viento. Aquel barco de papel con el billete de vuelta se ha perdido en la corriente de alguna tormenta y ha encallado en el vaso de ron de algún pirata o marinero que se tragó la llave e hizo llorar a esta pequeña sirena. Pero los marineros tienen a mil sirenas suspirando en cada puerto y la sirena que esconde su corazón en barcos de papel siempre huye sin saber si la invitaran a otro ron. Al fin y al cabo hay sirenas que se olvidaron de nadar mucho antes de aprender. Y yo me olvidé de nadar el día en el que dejé de creer en el amor, el día en el que la vida me demostró que los príncipes azules se van en el momento en el que hace falta que te envuelvan con su capa.
Pero la lluvia ha sido mi aliada cuando la he necesitado, cuando he creído que un momento así no se podría concebir sin ella, sin esa melancolía opaca que te envuelve el corazón sin necesidad de una excusa. Por eso salí a la lluvia el día en el que la vida dejó más desamparada que nunca, cuando sentí que se me había quebrado el corazón y sólo me quedó sentarme en el banco de piedra blanco resguardado por un porche a ver pasar las horas teñidas de dolor. La lluvia trajo consigo la fuerza del cariño, la fuerza que te arrastra a ponerte en pie incluso cuando se te ha olvidado cómo late el corazón, cuando has conocido a la muerte y la has mirado a los ojos suplicándole un único día más.
Pero los días de lluvia, a parte de los recuerdos, traen consigo esa extraña inspiración para un alma romántica que nunca es leída. La lluvia cae y tiñe los días de ápices tristes que yo convierto en historias, historias olvidadas que nunca ven la luz del sol, que viven en las nubes negras y en el alma de una pequeña sirena que hace con ellas barcos de papel en los que esconder su corazón.”

sábado, 4 de julio de 2009

Y ahora te rindes princesa de hielo, cayendo al suelo por última vez..

Durante meses me he estado preguntando en qué clase de persona me había convertido para que mis amigos me hubieran dejado de hablar y los que me seguían hablando, sólo me quisieran para salir de cañas y de fiesta.

Buscaba una explicación, pero nunca la encontraba. Era mucho más maduro por su parte dar la callada como respuesta, dejarme así, por las buenas, con mis historias, mis cosas, rodeada de fantasmas. Porque lo reconozco y siempre lo he hecho: no soy una chica fácil. Aunque en realidad tampoco lo creo. No es que sea una persona difícil, si no es que te tienes que tomar un par de tardes para conocerme, para que me pueda abrir. Porque puedo aparentar que soy muy extrovertida, pero soy extremadamente tímida e insegura. Pero conmigo, con una sonrisa, lo tienes todo ganado. ¡Qué simple! Y lo han olvidado.

Pero he de confesar que si ahora algo me da miedo es que esta apatía en la que estoy suspendida tan sólo sea la tapadera o la antesala a esa depresión de la que llevo huyendo durante meses. Se me hace un mundo salir, mirarme al espejo, hablar con los amigos que conservo, ponerme a escribir, a leer... Quiero echarle la culpa a la medicación de las migrañas y me releo una y otra vez el prospecto buscando explicación entre los múltiples efectos secundarios. Pero la verdad es que desde que él se fue me dio por preguntarme el sentido de la vida. ¡Qué filosófica me pongo a veces! Yo siempre he sido melancólica, pero desde entonces me encuentro mucho más vulnerable. Soy joven. Soy muy joven. Y perder a un padre cuando se es tan joven puede resultar algo difícil. Desde entonces, desde octubre, hay imágenes que no se me han ido de la cabeza y supongo que hubiera ayudado el hecho de tener a mi lado amigos con los que contar, amigos que no hubieran hecho de este asunto un tema tabú porque para ellos era mucho más fácil.

No sé a qué viene esta entrada, la verdad. No sé por qué escribo esto, por qué hago esta declaración de intenciones justo ahora. Supongo que es una manera de plantarme porque ya estoy harta. No quiero en mi vida a gente así. No quiero en mi vida a gente que con sonrisas de arpías y gestos de hienas me busquen cuando su cielo está negro porque soy la chica que escucha con una sonrisa y arregla los problemas de los demás. No quiero gente en mi vida que cuando por fin me da por levantar la cabeza y pensar en mí, me deja de hablar por las buenas y sin más explicación. No necesito gente en mi vida a la que Amelie, Woody Allen, Rafa Pons, Carlos Goñi, Andrés Suárez, Ruíz Zafón, Paulo Coelho... les parezcan una soberana gilipollez. Gente que nunca me ha querido acompañar a un concierto porque el "rollo cantautor, te irá mucho a tí, Jess, pero a nosotros, nos aburre..." A los que los libros les dan alergía y nunca han terminado de leerse uno de mis relatos porque "los escribes muy largos" pero que sin embargo me dicen "tienes talento, pequeña" mientras yo pongo cara de pócker. A mí me dan alergia los partidos de básket en los que siempre pierden, los conciertos punks donde el cantante sale con unos gayumbos en la cabeza, las conversaciones monotemáticas de ordenadores, diseño gráfico..., las veces que se clavan cuchillos unos a otros por la espalda... pero sin embargo, ahí he estado siempre, con ellos.
Tampoco quiero gente en mi vida que no acepte como soy, que me marque las pautas de lo que debo y no debo hacer, con quien debo salir o a quien no me debo acercar. No puedo estar al lado de gente que se ría de mis sueños, que me mire con indiferencia o que se crea superior a mí por tener más visitas en Tuenti o más amigos en Facebook. ¿Está tan vacía tu vida que se reduce a eso, a mirar tu contador de visitas de Tuenti?


Lo siento, pero no me arrepiento de no ser una barbie niña de papá de sonrisa falsa y manipuladora que juega con vosotros, aunque parece que eso es lo que os va. Soy como soy, y yo prefiero ser así, amante de películas raras, de actores en blanco y negro, de música con letras cargadas de significado de gente que se lo trabaja para hacerse un hueco y cuyo nombre no es súper conocido. Que muy probablemente el año que viene acabaré estudiando filología o historia, esas carreras que os pareces tontas, y seguiré con mis viajes infinitos al fin del mundo, esos que nunca os han importado. Que seguiré viajando en tren para ver a mis niñas de Murcia, buscando excusas para irme de conciertos con gente a la que no le suena tan mal, subiendo al escenario a bailar el "mala puta" (aunque luego en youtube me encuentre los vídeos xD)... en definitiva, seguiré con mi vida, porque me he dado cuenta de que no me hacéis falta. Y además, no lo debo de estar haciendo tan mal si a mi alredor, han quedado personas que todavía siguen a mi lado.

Pero sí, podemos llevarnos bien, guardar las apariencias. Era yo la mala de la película, no? Y todavía , en estos meses, no me había pronunciado, había guardado un prudencial silencio. Pues ahora, el que quiera entender que entienda.


Besitos y saludos a los que me leéis, a los que pasáis y saludáis, a los que pasáis de incógnito...


jueves, 25 de junio de 2009

Las musas son un poco putas y me hacen dudar de todo lo que escribo...

ISABEL ALLENDE- "PAULA"

"En estos meses me he quedado vacía, se me agotó la inspiración, pero también es posible que las historias sean criaturas con vida propia que existen en las sombras de una misteriosa dimensión, y que en ese caso todo sea cuestión de abrirme nuevamenente para que entren en mí, se organicen a su antojo y salgan convertidas en palabras. No me pertenecen. No son mis creaciones, pero si logro romper los muros de la angustia donde estoy encerrada, puedo volver a servirles de médium"



Hace tiempo que estoy bloqueada. Hace tiempo que estoy en blanco, que cada vez que intento escribir es como si no tuviera nada que contar. Entradas atrás escribía algo así como "ya no eres dueña de sus historias", pero es que además ahora tengo la sensación de que no soy dueña de lo que yo siento. Me he quedado vacía. Subsisto a base de relatos de épocas en las que por lo menos, con mayor o menor calidad, gastaba mi tiempo haciendo algo que me gustaba. Pero poco a poco he visto morir mi inspiración entre mis brazos, la he visto marcharse poco después de que mi mundo se derrumbase y ahora no soy dueña ni de las historias de otros ni de las mías propias.

Es fustrante sentirse vacía. Es como si de pronto la apatía estuviese campando a sus a sus anchas por mí sin ley ni orden. No sentir nada es demasiado fustrante y ¿por qué no? demasiado triste. Yo, que he perdido el norte y no sé si miro al sur, puedo afirmar que, como dice el señor Rafa Pons, "de tanto buscarme me he perdido". Y además es que he perdido la inspiración, las ganas de escribir... Cada vez que me pongo frente a un folio en blanco me vuelve a entrar el miedo, la inseguridad. Cada vez que intento actualizar esto supone un mundo. Llevo días intentando escribir. Llevo días con la pestaña del explorador abierta, con "anoche soñé que volvía a Manderley" como título, y llevo días borrando líneas, reescribiendo frases, oyendo teclas repicando. Quizás necesite un tiempo o quizás necesite este fin de semana de buena música, de sentirme yo, de ponerme guapa, de mirarme al espejo y sonreír a esas personas que a pesar de todo, inexplicablemente, me siguen queriendo. A veces, después de estos meses en los que he oído tantas cosas, me sorprende que quede gente a mi lado que me diga que la melancolía no es mala, que la tristeza es normal cuando has encajado mil y un golpes, que las personas no cambian tanto y que si lo hacen, los amigos, están ahí para saber ayudarte.


Y ayer, el señor Dylan, de camino a casa me llamó "miss Lonely" y me dijo que mi vida era "like a rolling stone". He dejado al señor Dylan hasta que sus canciones me digan cosas bonitas.

martes, 16 de junio de 2009

"-Yo- comenzó a hablar sin mirarme.- no me puedo quitar de la cabeza el día en que me fui. Estabas tan hundida que se me rompió el corazón. No sabes lo difícil que fue para mí soltarte toda aquella retahíla de idioteces esperando a que me odiaras para siempre. Y después no quería creer lo que había pasado. Mientras viajaba en aquel avión no pude dejar de pensar ni un solo instante en el daño que te había hecho. Después me dio por imaginar lo que hubiera sido de nuestra vida si todo hubiera sido más sencillo y más normal. Una casa con jardín, como tú querías. O quizás un ático en el centro con terraza. Y yo lo diseñaría todo para ti. Y lo decoraríamos juntos, todo menos tu rincón. Con millones de libros agolpados en estanterías de aluminio. Y un par de sillones por si alguna vez te apetece compartir la lectura conmigo. O un sofá o una hamaca. Y tus pósters se repartirían por las paredes para que pudieras recordar todos los lugares con los que todavía sueñas. Y habría muchas fotos porque a ti te encantan las fotos. Tendrías fotos y recuerdos por las paredes también. Fotos nuestras, fotos de nuestros viajes, de nuestra familia, de nuestros amigos, de tu infancia, del mar… Y a un lado, un escritorio con la máquina de escribir que te regalé. Tu ordenador descansaría al otro lado para tus días de inspiración. Y esos días, el sonido incesante de las teclas siendo golpeadas invadiría la casa y llegaría hasta mi despacho, situado al otro lado del pasillo, donde estaría trabajando en el proyecto de alguna casa o de algún edificio nuevo. Y entonces sonreiría satisfecho, dejaría la escuadra y el lápiz y caminaría sigiloso por el pasillo para asomarme y ver lo guapa que te pones cuando escribes. Al final, no me podría resistir y entraría interrumpiéndote y te besaría y te abrazaría y te haría el amor allí mismo.
Luego, todavía con tu calor, volvería a mi despacho y miraría nuestra foto sobre el escritorio. Tú siempre tan guapa, tan sonriente. Mi despacho no sería tan bonito como el tuyo. Sería más sobrio, menos personal. Con algún cuadro, con escuadras, cartabones, compases, minas, láminas… Todo ello repartido por la mesa. Y habría un caballete para pintar. Un día lluvioso y tras que nuestros planes se anularan, te pediría dibujarte. Seguro que te sonrojarías y me dirías que no eres digna de ser una modelo, que no tienes cuerpo, que no eres tan guapa. Y yo respondería que eres perfecta. Aunque me conozco perfectamente el mapa de tus gestos, de tus expresiones, de tu piel, te miraría detenidamente y pintaría el que estoy seguro que sería mi mejor cuadro. Pero no te lo regalaría. Me lo quedaría para mí, para colgarlo puede ser en el despacho del trabajo y que así los clientes se maravillaran al ver que tengo la mujer más asombrosa del mundo a mi lado. La luz de tus ojos me acompañaría y me haría más llevaderas las reuniones insufribles con los constructores.
Y también pensé en nuestra boda. Tú con un vestido blanco precioso que escogerías con tu madre. El pelo ondulado cayéndote por la espalda te daría un aire adorable. Y al verte del brazo de tu padre me emocionaría. Estarías todavía más radiante que de costumbre y todo el mundo me tendría envidia por tener a mi lado para siempre a la mejor mujer del mundo. Te daría el “sí quiero” mirándote a los ojos y, al finalizar, te daría el beso más largo y más cariñoso de todos cuantos te he dado mientras nuestra familia nos miraría y nos fotografiaría. Al día siguiente, después de haber compartido con ellos la velada de nuestras vidas, partiríamos a un vi
a
je que nos llevaría todo el tiempo que tú quisieras. Egipto, Roma, París, Praga, Venecia, Nueva York, California… y sólo existiríamos tú y yo por aquellas calles desconocidas en las que nada importaría salvo que estoy contigo.

De repente se calló. Parecía como si todavía estuviera en una ensoñación y sus palabras tan sólo fueran un leve esqueje de lo que pasaba por su mente. Era como si realmente hubiera estado viendo aquello pasar ante sus ojos y había conseguido hacérmelo ver a mí. Aquella vida idílica había despertado en mí un cierto sentimiento de ternura que había hecho acallar la rabia y los resquicios de odio que había intentado mantener vivos contra él. Era imposible. No había manera de odiarle sin que alguna de sus palabras rompiera en mil pedazos todo sentimiento negativo.


-¡Estás llorando!- exclamé. Y fue lo único que pude decir durante un rato. ¡Qué estúpido debía de sonar aquello en esos instantes!"

jueves, 11 de junio de 2009

A veces siento que pierdo altura y pido permiso para aterrizar

A veces siento que corro a ciegas. A veces es como si estuviera en una carrera de fondo en la que sólo hago que correr y correr y nunca acabo. Y entonces, llega un momento en el que me quedo sin respiración y caigo al suelo. Sigo a ciegas, me levanto, busco una mano amiga y vuelvo a correr.

A veces siento que soy un auténtico y completo desastre. Y no sólo lo pienso. Tengo la certeza absoluta de que soy un desastre monumental. De hecho, lo puedo afirmar de forma científica. Me ocurren las situaciones más inverosímiles, estúpidas y torpes, y comienzo a estar cansada.

A veces me siento prescindible y me entra el miedo. "Eres necesaria, pero no imprescindible", recuerdo que me dijeron una vez. Soy fácilmente reemplazable. Eso es de lo que me he dado cuenta. Es por eso que a veces me sorprende que alguien me diga que soy "especial" para esa persona. A veces alguien me dice que he influído en su vida, que mi sonrisa le animó en tal momento o que uno de aquellos abrazos significó algo. Eso también lo hago sin darme cuenta. Soy muy así. Soy un desastre, una completa contradicción, pero también soy de ese tipo de personas que regalan todo sin darse cuenta y que en ocasiones no regalan nada, pero lo que bien es cierto es que me cuelo en la vida de la gente con una facilidad pasmosa. Es por eso que a veces me entra el pánico y corro, corro lejos. Me da miedo y lo peor de todo es que no sé qué es lo que me asusta. Me da miedo echar raíces y que un día me las corten. Me da miedo que alguien me regale su cariño y por ese motivo, cuando me siento "querida" por alguien nuevo, huyo y rehuyo. Me pregunto el por qué se interesa por mí y desconfío. Me empeño en pensar que no tengo nada que ofrecer para que me quieran. No me valoro. Soy insegura. A veces peco de cobarde y me cuesta quedarme quieta en la vida de esas personas que me quieren. Pero he de reconocer que a pesar de todo sigo ahí. Nunca salgo de sus vidas por completo. Merodeo, me quedo cerca y estoy a una llamada, a un café, a una abrazo.
La gente que me conoce sabe que yo soy de todas partes, pero de ninguna. Lo aceptan, lo entienden, me siguen queriendo. Hay gente que no acepta que tenga que respirar de vez en cuando. Y para respirar hay que salir. Es como en las noches de fiesta, cuando te ahoga la aglomeración y el humo y sales fuera para respirar, para coger aire fresco y oír la música desde fuera. Lo reconozco: yo soy de las que ha de salir. Y correr, salir, respirar... me trae problemas en ocasiones. Quizás tenga que echar raíces y comenzar a quererme más a mí misma. Si me quiero más a mí misma puede que deje de replantearme el por qué la gente me quiere.

miércoles, 3 de junio de 2009

Soy lo malo de este cielo...

Tiemblo. Mi cuerpo quiere decirme algo y me cuesta interpretar exactamente qué es. Tiempo. Estoy cansada de ver pasar el tiempo ante mis ojos con una salud que me está empezando a traer de cabeza. El mes de mayo no me gusta. Lo odio a muerte. Y más si mi salud se resiente. Las migrañas son un factor importante para que todo dependa de los días con o sin dolor, para que viva enganchada a pastillas que me chupan la energía. Además los mareos, los nervios, los vómitos, los cigarros... ¡Nunca había fumado tanto! He dejado de comer, tengo un agujero en el estómago. ¡Cuántos almuerzos habré repartido caritativamente esta semana! Pero es que no me entra la comida, ni tan siquiera el café. He descubierto que el Redbull se puede volver contra tí las tardes-noches en la biblioteca y que el sol puede ser tu enemigo a muerte los mediodías infernales.
Pero el mes de mayo siempre tiene repercusiones en mi salud. El mes de mayo es mi enemigo mortal. Mayo lleva en el aire el olor a dolor, a despedidas, a soledad, a noches largas, a días demasiado cortos, a lágrimas saladas.Este mes de mayo me susurra al oído que he perdido todo, que ya no me queda nada. Este mayo me recuerda a otros mayos.
El mayo pasado fue lluvioso, frío. Cuántas noches perdí mi mirada en la lluvia a través de la ventana esperando una llamada que no llegaba demostrándome que vivía con esperanza en una relación sin futuro. Pasé un mayo de preparativos para la clavaría, uno de los momentos más importantes de aquel año y que suponía la despedida de todas aquellas personas, el inicio de una nueva vida que hoy estoy viviendo. Y todos aquellos preparativos carecieron de sentido. Viví sola aquel momento. Tanto fue que tuve que buscar desesperadamente a un vecino que me abrochara el vestido la tarde de aquel 24. Pero es que el mayo del año pasado era el principio del final. Aquel mayo viví los domingos en el hospital con el corazón encogido, con el alma entre las manos haciendo como que no era una niña asustada, como que no tenía miedo al futuro, como que la muerte no era una realidad. Pero los hospitales huelen a olvido, a desesperación, a almas que se apagan y que viven para siempre en corazones que nadie ve.
Y luego llegó junio asfixiante, gris, algo lluvioso. Junio fue igual a lágrimas, a despedidas tras 13 años de convivencia, a fotos, a sueños de futuro, a cenas en las que nos dábamos cuenta de que ya éramos más mayores. Nada ha vuelto a ser para nosotros lo mismo después de aquel junio. Pero junio también fue igual a soledad. Junio se me hizo cansado, pesado. La independencia para una adolescente puede resultar terrible cuando, día tras día, nadie espera en casa. Los silencios pueden doler, quemar. El frío se te puede clavar en el alma y la casa vacía se puede antojar un lugar hostil al que no te atreves a llamar hogar. Aún así salí adelante. ¡Cuántas lágrimas derramé en silencio! ¡Cuántas lágrimas que sólo vio aquel "protector"!
Ahora recuerdo lo mal que lo pasé y recuerdo aquel como el último verano a su lado. Creo que nunca ninguno de nosotros imaginamos que no sobreviviría al siguiente. Él quería luchar, a pesar de su extremada fragilidad. Él quería ver pasar el tiempo ante sus ojos. Pero no merece la pena volver a hablar de esto. Hace un año ya lo conté en una entrada como esta que me dio por releer. No me gusta que los recuerdos me invadan y odio que la nostalgia haga trinchera cuando me encuentro débil. No me gusta sentirme vulnerable.

viernes, 29 de mayo de 2009

El joven se subió al banco que había bajo el ventanal. Sentía el vértigo de la libertad, la fragilidad de la vida, el influjo de sentimientos encumbrándole hacia la locura más absoluta. Abrió los ojos como platos y fijó su mirada encendida en aquellas imágenes que el mismo estaba proyectando ayudado por el humo serpenteante de la chimenea de aquella casa que luchaba en una batalla encarnizada contra el frío. Intentó coger el humo entre sus manos, deshacer las escenas que veía en él y que le dolían porque sabía que el tiempo nunca regresa. Dio un paso hacia delante sintiendo la consciencia de sus actos suspendida en el aire. Había sentido el aliento de la muerte sobre su nuca durante aquellos días. Quizás aquella casa vacía parecida a la de su infancia, aquella ventana abierta premonitoriamente y aquellas imágenes desfilando por su mente como si se tratara de un último adiós, no hacían más que indicarle que su final había llegado.Sonrió de manera oscura, con una determinación alarmante cruzando su rostro. Se balanceó cogiendo impulso, cerró los ojos sintiendo el aire frío clavándose en él y se dispuso a dar el último paso que lo separaba del suelo y del final.


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El texto es parte de un relato que he escrito para un concurso. Sé que es parecido que escribí hace alguna entrada, pero me perdonáis, no? :)

sábado, 23 de mayo de 2009

En su lucha de ser o no ser, el vencido fue él...

Nunca me he sentido tan estúpida.

De pronto, se ha caído el telón y me he dado cuenta de que mi vida sólo era un teatro. Han quedado al descubierto los actores, las bambalinas, el tramoyista y el cabrón del apuntador. Y mientras veía todo desplomarse me he quedado con la mayor cara de gilipollas que he puesto en mi vida.

Hace unos meses, no demasiados, me creía afortunada. Sí, pensaba que tenía a mi alrededor a la mejor gente. O quizás no fuera la mejor gente, pero era la que me hacía feliz. Yo los adoraba y creía que ellos también me querían. Reconozco que no soy una persona fácil. Que a veces me adentro en mi mundo, me ausento en mí misma y veo fantasmas que retonarnan de mi pasado. Es normal. No hace demasiado que me di cuenta de que la vida es frágil, que la gente desaparece para siempre y a lo largo de estos meses no se me ha ido de la cabeza las imágenes de aquel último adiós. Pero aún así siempre estuve ahí dispuesta a arreglar el mundo sentada frente a un café, a una coca-cola, o un té. Estuve ahí para escuchar, para reír, para ser vete a saber quién.
Creía tener amigos que escuchaban mis divagaciones, que compartían conmigo sus vidas. Creía tener amigos íntimos, esos con los que compartes tus miedos, tus inquietudes, tus planes de futuro, a los que escuchas durante horas hablar de sus cosas y a los que aconsejas con esa incierta sabiduría. Ese tipo de amigos con los que no hace faltar hablar, que al mirarte saben que no luces tu mejor sonrisa y que aceptan y comprenden tus días malos, tus defectos, tus alardes de locura itinerante. Y también creía contar con ese tipo de amigos con los que sales a tomar un quinto en la tasca de siempre, con los que compartes risas y recuerdos, fiestas y un cariño infinito fruto de los años juntos

Pero de pronto todo ha estallado y mi sonrisa se ha tornado más cansada que de costumbre. Ya no merece la pena seguir sonriendo para contentar a nadie ni para que nadie se sienta mejor. Sí, estoy mal, pero ¿y qué? Aquellos amigos que conderaba íntimos se alejan y cuando intento acercarme me destapan el teatro. Todo era por compromiso, por tradición. Nunca me habían dicho tan pocas palabras que me habían dolido tanto. Quedaban conmigo fruto de la tradición de tantos años, por el compromiso de no saber decirme que no me soportaban más. Eso es lo que yo interpreto. Al fin y al cabo las explicaciones han sido más bien escuetas. Después de tantos años todo acaba así, sin más, con dos palabras que se me clavan: tradición y compromiso. Y mi cara de gilipollas apoyada sobre la pared mirando la nada. ¡Con lo largo que había sido aquel día a base de café y té después de las clases para sobrevivir! Pero pensé que el día siempre amanece y acabé resbalando sobre la pared, abrazando la almohada mientras sonaba de fondo a saber qué programa de la tele que ocupara mi mente y que me diera una tregua para no pensar en lo sola que me sentía. Y me dormí y el día amaneció. Algo más frío, algo más gris, pero al fin y al cabo un nuevo día. Me he dado cuenta de que seguirán amaneciendo días en mi vida con más o menos ganas porque todavía quedan muchas cosas por las que luchar. Ya vendrán más gente, más desengaños, más planes, más viajes suicidas al fin del mundo, más amores platónicos que me sonrían por los pasillos... Ya encontraré esa protección que anhelo, ese abrazo protector. Saldré de esta. Voy a salir de esta. Por muy sola que me sienta, por muchas estupideces que vaguen a sus anchas por mi mente, por muchos fantasmas que aparezcan en mi cama por las noches.





Y sí, necesitaba escribir mis divagaciones!

miércoles, 13 de mayo de 2009

Tarde de jueves

Lo he hecho. No ha sido tan difícil. Una tarde cualquier después de clase. Una charla simpática en la que intentaba no parecer estúpida ante un él mientras caminaba sin tener claro el rumbo me he hecho olvidar lo que llevaba tanto tiempo cavilando. Por unos minutos, he dejado de pensar en si esta vez tendría valor para no quedarme en la puerta. Mis pasos me han guiado. Sería imposible olvidar el camino que lleva hasta allí. Lo he recorrido durante años cogida de su mano, de la mano tu madre. Entonces era una niña que, en silencio, se preguntaba qué era aquello que le dolía tanto. Lo he comprendido. Aquel lugar silencioso tiene algo que se te clava dentro como un puñal. He seguido caminando escoltada por las fotografías sonrientes de aquellos que se fueron para siempre. Nunca tantas sonrisas se me antojaron tan tristes. Y al llegar allí, completamente sola, he llorado. En las despedidas eternas es normal llorar. Me he sentido pequeña, aquella enana con coletas que te veía jugar a las cartas, pero me he sentido mayor, más madura, como si hubiese crecido frente a aquel mármol desde el que me miraban fotografías entre las que no me acostumbro que esté la tuya.

-Mi mundo es un desastre desde que te fuiste, ¿lo sabías? Ya no soy la misma. He cambiado.

De repente, mientras te decía aquello, te he comprendido y el rencor que todavía albergaba, se ha disipado. La vida se tornó muerte y tú cambiaste demasiado. Al viento, en silencio, he prometido no cometer tus errores. Finalmente, he rehecho mis pasos optando por el camino largo a casa, dejando que el sol y el viento jugaran con mi pelo, me secaran las lágrimas osadas y me dejaran pensar en lo que me está pasando. He caminado por lugares conocidos que olían a pasado y por los que dejamos nuestras huellas. Pero ya no queda nada de aquellos tiempos. Ya no queda nada de lo que viviste. Y esto no ha solucionado todos mis problemas, pero yo me he quitado una espina que todavía tenía clavada y que hoy, sin saber si por la charla amable del camino, por la lucidez repentina de una tarde sin dolores desesperantes o porque ya estaba preparada, me la he arrancado para siempre.

-Adiós, papá.- he conseguido decir por fin, después de 7 meses de ausencia que he intentado olvidar a golpe de silencio

lunes, 27 de abril de 2009

Encendió un cigarrillo y la luz cálida del mechero iluminó tenuemente su cara dejando entrever por unos segundos el reguero que las lágrimas habían dejado en sus mejillas. En realidad, no le gustaba fumar, pero lo hacía tan por costumbre en las noches de astio que los paquetes de tabaco pasaban por su bolso casi a la misma velocidad que sus amantes fugaces. La primera calada invadió su boca de un sabor nocivo que se mezcló con su aire para llegar a sus pulmones y salir rápidamente perdiéndose en la brisa que acariciaba cada rincón de aquel lugar maldito. Los ecos de la ciudad dormida se perdían entre las calles ya casi vacías que se le antojaron, de repente, frías y lejanas. Los tacones gastados resonaron al mismo ritmo al que ella tarareaba una vieja canción de los ochenta que no recordaba cuándo fue la última vez que escuchó.
Cansada, agotada de luchar, se apoyó contra un frío muro y cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, vio a su lado una figura hetérea que la miraba con un halo de compasión. Bella y confiada, besó a la chica en la frente, quien la reconoció de inmediato. Ésta hizo lo mismo y dejó los surcos de sus labios impresos en la frente de su aparición con una marca de carmín rojo que brilló iluminando de nuevo el rostro cansado de la chica. La vió desaparecer y llevarse a su paso la luminosidad que sólo ella era capaz de proporcionar. Con una única lágrima despidió a la señorita Ilusión, su ilusión, quien ya bajaba por la calle y se iba haciendo cada vez más pequeña.
Pasó una mano por su pelo, ya enmarañado y despeinado. Pensó que tendría que tener una pinta espantosa, que a esas alturas de la noche (o de la mañana), sus ojeras delataban su deplorable estado anímico y que muy probablemente sus ropas olían a alcohol, a tabaco y a desesperación.
Cuando más vacía se sentía, más triste se hallaba y más desesperación notaba en su pecho, apareció de nuevo una figura etérea. Era bella, pero fría y despiadada. No era su Ilusión que volvía arrepentida a darle una segunda oportunidad, era otra vieja conocida contra la que ya había luchado. No dijo nada. No se presentó a la muchacha, simplemente se dignó a besarla en los labios en un beso sin pasión ni emoción. Después, encendió un cigarro y le dio fuego a la chica para que hiciera lo mismo.

-Ya no eres dueña de sus historias.- le dijo en un tono frío, sin compasión. - Ya no te pertenecen sus vidas. Ni tan siquiera puedes puedes escribir sus destinos en folios; tu inspiración se marchó mientras vomitabas tu orgullo en alguna fiesta y ni tan siquiera te despediste de ella.

La chica tragó saliva, reprimió una lágrima furtiva que le escoció en el corazón y se abrazó a la figura que le hablaba. Ésta la estrechó entre sus brazos y se fundió con ella.

-Bienvenida a mi vida, señora Apatía- murmuró.

miércoles, 1 de abril de 2009

Sirena Varada...


"Pero es que cada gota de lluvia lleva a lomos demasiados recuerdos que, cuando osan acariciar las heridas que todavía no han cicatrizado, escuece. Llovía aquel día en el que me partieron el corazón en mil pedazos y, sentada frente a la ventana hasta que el tiempo dejó de pasar y las horas perdieron su importancia, vi como la lluvia y el viento se llevaban los pedazos de un maltrecho corazón que justo en aquellos momentos y no en otros, dejó de creer en el amor. Y aquel día, mientras mis lágrimas formaban un charcho de tristeza en el que naufragar, me prometí a mi misma sellar para siempre mi corazón si de esta manera nunca nadie me volvía a hacer daño. Las gotas de lluvia sellaron mi pacto y aquella pequeña llave bajo la que esconder mis miedos se la llevó algún pequeño riachuelo de ilusión y de cobardía encubierta. Confié en que quizás algún día la trajera de vuelta un pequeño barco de papel que atracara en un puerto seguro, sin miedos oscuros, sin lágrimas de media noche. Pero los barcos de papel se rompen, se deshacen y desaparecen como las promesas que se formulan al viento. Aquel barco de papel con el billete de vuelta se ha perdido en la corriente de alguna tormenta y ha encallado en el vaso de ron de algún pirata o marinero que se tragó la llave e hizo llorar a esta pequeña sirena. Pero los marineros tienen a mil sirenas suspirando en cada puerto y la sirena que esconde su corazón en barcos de papel siempre huye sin saber si la invitaran a otro ron. Al fin y al cabo hay sirenas que se olvidaron de nadar mucho antes de aprender. Y yo me olvidé de nadar el día en el que dejé de creer en el amor, el día en el que la vida me demostró que los príncipes azules se van en el momento en el que hace falta que te envuelvan con su capa.

Pero la lluvia ha sido mi aliada cuando la he necesitado, cuando he creído que un momento así no se podría concebir sin ella, sin esa melancolía opaca que te envuelve el corazón sin necesidad de una excusa. Por eso salí a la lluvia el día en el que la vida dejó más desamparada que nunca, cuando sentí que se me había quebrado el corazón y sólo me quedó sentarme en el banco de piedra blanco resguardado por un porche a ver pasar las horas teñidas de dolor. La lluvia trajo consigo la fuerza del cariño, la fuerza que te arrastra a ponerte en pie incluso cuando se te ha olvidado cómo late el corazón, cuando has conocido a la muerte y la has mirado a los ojos suplicándole un único día más.

Pero los días de lluvia, a parte de los recuerdos, traen consigo esa extraña inspiración para un alma romántica que nunca es leída. La lluvia cae y tiñe los días de ápices tristes que yo convierto en historias, historias olvidadas que nunca ven la luz del sol, que viven en las nubes negras y en el alma de una pequeña sirena que hace con ellas barcos de papel en los que esconder su corazón.”

domingo, 29 de marzo de 2009

Lo vio allí, apoyado en el marco de la puerta con su sonrisa por bandera. Quizás no era considerada la sonrisa más bonita del lugar, pero tenía la asombrosa propiedad de dejarla sin habla. Después de verla, de verlo a él, sentía como su corazón se iba acelerando y como le faltaba la respiración. Era asombroso. Después de cruzar la mirada con él, parecía como si hubiera estado corriendo, como si acabara de finalizar una carrera de fondo que parecía no haber tenido final. Luego llegaba el momento de sentirse estúpida, de sentirse atada a una ilusión inalcanzable, de soñar con unos labios que le quedaban lejos, de quedarse sin habla cuando él le decía algo, de sonreírle y mirarle embobada cuando se lo cruzaba. No podía ser amor, pero se trataba de esa ilusión , de ese juego, de ese momento en el que él se te mete en la cabeza y pone tu mundo patas arriba, de esa química que estalla dentro de tí, de cada escalofrío por tenerlo cerca, de cada sensación de miedo que sientes cuando piensas en el futuro y sabes lo difícil que será verle dentro de unos meses.
Pero ahogó todas las voces que se empeñaban en hablarle a gritos. Quería simplemente disfrutar de su momento, de sus sueños y le preocupaba tener a un él cerca porque lo había pasado mal antes y sus potecciones se quebraban en mil y un pedazos cuando aparecía alguien capaz de hacerla sonreír. Era débil y se dejaba llevar demasiado por los impulsos de un irrefrenable corazón que latía a mil por hora sólo al pensar en el chico de los lunares irresistibles. Lucharía en contra de sus sentimientos si hacía falta sólo por no sufrir ante algo que por lo que no tenía posibilidades. Se sellaría para que no le diera un vuelco el corazón al verlo apoyado en el marco de la puerta, se blindaría con todas sus armas y se alejaría el día de la despedida para que nadie la viera llorar.

domingo, 22 de marzo de 2009

La chica del vestido azul

Quién te dio el lunar que hizo retirarse al mar y que es la luz de la ventana abierta a la verdad. Hoy te vuelvo a ver. Hoy te vuelvo a ver. Tú sigues siendo el recuerdo aquel que una vez bailó conmigo un rato y se fue.

LODVG- La chica del gorro azul








Las luces. El humo. El sudor. La respiración agitada. El frío del hielo de la copa que se acaba de caer. La canción que tarareáis al unísono mirándoos a los ojos, sonriéndoos mientras que bebéis de la copa del otro. El aliento sobre tu rostro que huele a alcohol. El ron. El vodka. La cerveza de la marca roja. Los abrazos que nacen de ese sentimiento de repentina amistad. Los sentimientos que se magnifican. El no ver nada más allá de lo que tienes enfrente. Los mareos. Los bailes con él, sin él, con cualquiera que se te ponga delante. Las sonrisas que no sabes a quien van dirigidas. Los cigarros que te tiran al suelo porque no les gusta que fumes... Y entre todo, él, que baila contigo, que te apaga los cigarros, que te habla al oído, que te mira a los ojos, que te invita a una copa, que te envuelve con su charla, que te cuída, que, sin saber por qué, se ha aprendido tu nombre y lo repite, que te escucha y te ofrece su ayuda... y que se cuela en tu vida aún cuando eres consciente de que sólo es porque ha bebido demasiado.

jueves, 5 de febrero de 2009


"No se atrevió a mirarla. Le daba miedo porque sentía que si la miraba ,ella, se quebraría en mil pedazos tal y como ocurría siempre. Pero su espejismo, esta vez, era real. Y el silencio opaco y tranquilo fue dilucidando hasta converitirse en una suave almohada donde reposar sus miedos. El viaje no iba a ser eterno. El tren tenía un destino marcado, destino que repetía días tras día, y ambos eran conscientes de que cuando la sirena del tren anunciara el final del trayecto, la magia se rompería en mil pedazos silenciosos que no sabían si podrían recoger. Pero él, el chico de los ojos marrones y la sonrisa indescifrable, estaba dispuesto a lanzarse a un océano enfurecido, como era el pecho de ella, sólo por verla abandonar sus fantasmas durante unos segundos. Y ella, experta en las lágrimas de media noche, sentía que él era el refugio que tanto ansíaba. Además, sin saberlo, estaba enamorada de aquellos ojos penetrantes y de aquel aroma cautivador que le prometía seguir a su lado todos los días de su incierta vida."

sábado, 17 de enero de 2009

Vuelo para quedarme??

Necesitaba darme un tiempo a mí misma y volver cuando estuviera preparada para continuar con mi vida. En realidad, nunca la he detenido por completo, pero sí que es verdad que he dejado algunas partes relegadas hasta que tuviera fuerzas para abarcarlo todo de nuevo.

Quizás, algunos que paséis por aquí nos os explicáis qué me ha pasado para que me tuviera que tomar un respiro: es algo tan sencillo como la pérdida de un ser querido. Han sido 3 meses duros, de fantasmas revoloteando, de heridas que no paraban de sangrar, de amigos que han intentado robarme sonrisas hasta dejarse la piel, de lágrimas que son sólo mías y de un vacío en el pecho que todavía conservo y que sé que me acompañará toda la vida. Ha sido duro y difícil, pero sin duda he crecido como persona y esta situación tan adversa me ha demostrado que tengo un elenco tremendo de personas que me he ido ganando a fuerza del tiempo.

No puedo decir que lo haya superado. Hace poco caía en mis manos, como si se tratara de una señal casi divina, un artículo cuyo tema era el proceso de duelo. Al leerlo, me di cuenta de que no es tan extraño todo lo que siento, sino que se trata de un proceso gradual que culminará cuando yo esté preparada. Sea como sea. aquí estoy, vuelvo y espero que esta vez se para quedarme.


Muchos besos!