sábado, 29 de mayo de 2010

Que puta es la vida a veces, y otras que de verdad...

Han pasado la vida juntos. Era usual verles pasear las tardes ociosas por la Avenida, cogidos del brazo, el uno siempre al lado del otro. Ella con ese carácter fuerte, esos collares de perlas. Él con una sonrisa cómplice que nunca perdía. Los recuerdo ya peinando canas, desventajas de ser la pequeña de la familia, pero siempre caminando juntos.
Hace poco, mientras esperaba a que me arreglaran la pulsera de mi cumpleaños, los vi entrar en la relojería. Él tenía el rostro desencajado, había envejecido cien años. Ella tenía la miraba ausente, los labios rojos, como siempre, la expresión perdida. Me reconoció, me besó, me dijo lo guapa que estaba. Aproveché esos minutos de espera para tomarla del brazo y dejar que él descansara, se desahogara hablando un rato con mi madre. De refilón, le vi llorar.
Me intenté poner en la piel de él. Después de toda una vida al lado de una persona, de quererla, de amarla, de disfrutar con ella lo más maravilloso de la vida y hacer frente a los sinsabores del destino, llega el momento que te va anunciando el final. De repente, ves como todo se desmorona.Maldita pregunta: "¿Y tú quién eres?" Ella va menguando, no es la sombra de lo que fue. Tú ya no tienes un lugar en el que refugiarte; has de vivir por y para ella. Además, la vida te ha dado un revés tras otro: has enterrado a tus hermanos, a tus cuñados, a tus sobrinos e incluso a un hijo. Ya no queda nada de aquellos sábados por la mañana de almuerzo y truc en el bar de siempre, ya no queda nadie con quien conversar alrededor de una cerveza, con quien compartir una charla de esas que arreglan el mundo. El tiempo se ha vuelto un enemigo que juega en tu contra, clavándote minutos, segundos. Ya no quedan más que recuerdos.

No hay comentarios: